Cuando mi gran amiga y lideresa, Normely me invita a escribir acerca de la cohesión social en Venezuela y para Venezuela desde esta nueva iniciativa, pasan una vorágine de preguntas y coyunturas evidentes hasta aquellas circunstancias imperceptibles que nuestra cotidianidad deja pasar pero se hacen vitales.
No pude dejar evocar esa canción del Dúo Dinámico que era popular en épocas de mis padres y hermanos mayores, pero develaban una sensación a Resiliencia Rebelde e Intempestiva que el venezolano le ha tocado vivir, sin haberlo asimilado a plenitud.
Este concepto que quiero introducir, elude a 3 preguntas que giran en torno a este artículo: 1.- ¿Las circunstancias de inestabilidad actual son producto de una descohesión desde la sociedad o ese proceso de descohesión viene como consecuencias de las coyunturas?; 2.- ¿Esta coyuntura actual puede darnos luces para volver a reconfigurar la Venezolanidad como un nuevo Ethos Social?; 3.- ¿Cuáles son los retos y escenarios ideales de esa nueva Venezolanidad?.
Sobre el nexo causal entre las coyunturas actuales y la descohesión hay muchas aristas que no han sido exploradas, elementos que no han sido tomados en consideración por los actores que aún quedan con cierta capacidad de maniobra y que suprimen el poder de regeneración de aquellos quienes quedan en el territorio y quienes aspiran en regresar.
La descohesión social implica el proceso donde la construcción y vínculo entre organizaciones, actores e instituciones se ven debilitada por coacción, banalización o asfixia de la capacidad de maniobra de sus integrantes, así como de sus vías de comunicación e interacción. Dicha descohesión se visualiza cuando un hegemón pretende vulnerar el ciclo de negociaciones y contrapeso entre actores para ejercer su criterio: Suprimiendo las alternativas que puedan tener los actores para evitar capitalizar su influencia (coacción); Devaluando la importancia de sus símbolos, significaciones dentro de su rol como actor social (banalización) y desde el bloqueo progresivo de herramientas como recursos, que se puedan emplear para su sostenimiento interno (asfixia).
Mirando desde esta perspectiva, hay diversas lecturas que derivan sobre esta visión: A.- La creación de esta descohesión, las formas de convivencia de estos actores en diversos procesos históricos de Venezuela (desde la canibalización, coexistencia, indiferencia u otro tipo de relación); B.- Como nos reconocemos como sujetos ciudadanos; C.- Entender el trazo de influencia de nuestras acciones en el gran cuadro de la agenda nacional; D.- Los niveles de corresponsabilidad que se comparten con el público en general y E.- La interpretación de Necesidades, Intereses y Perspectivas que cada sujeto alberga para encontrar formas de interactuar (Obviando la perspectiva transaccional, sino desde la vocación de interacción y mancomunidad). Es simple pero reduccionista, ubicarlo desde la llegada del chavismo pero se hace más transversal cuando se expande la línea del tiempo, para encontrar nodos causales más densos, entendiendo donde se ubican las causas y consecuencias en este nexo.
Para reconstruirnos y entender un nuevo andamiaje estructural como sociedad, a su vez de actores sociales y derivando en una institucionalidad renovada, se requieren 3 aspectos: Vocación, Identidad y Perspectiva.
En todo proceso de éxodo migratorio, hay un saldo de personas que se asimilan a su nueva vida y se adaptan de forma completa y asimilada al país receptor; y otro sector que pueden adaptarse y conviven de forma óptima con su propia realidad pero no se desarraigan de esas costumbres y tradiciones identitarias que los fueron construyendo como personas. La diáspora debe asumirse en un tránsito de regeneración y adaptación que pueda generar influencia en su entorno, haciendo de su vocación de Venezolanidad (entendido como el ejercicio consciente y direccionado de asumirse como parte de Venezuela) un motor que ayude a ubicar, coordinar y vincular a sus pares.
Esa vocación de Venezolanidad se traduce en un ejercicio complejo: Redefinirlo según su vivencia. Esta Venezolanidad no debe llegar a dos extremos peligrosos: Desde una banalidad de slogan, anclado en símbolos y significantes sin significados; hasta otro extremo donde un hegemón sea quien determine que la aprobación o negación de la Venezolanidad, como una membresía discrecional de una persona o grupo particular. La identidad genera un proceso colectivo de vinculo, interés y propósito de ser parte de ese algo, colaborar en el proceso de construirlo y aquel significado que se materialice, estén plasmado rasgos de ese ente que refuerce su integración. Grandes diásporas como la comunidad hebrea, árabe (a nivel mundial), española, italiana, portuguesa (en Venezuela) no sólo han promovido ese vínculo desde su propia identidad, sino que han consolidado una organización que fortalece una influencia real en la institucionalidad de su carácter unificador. La diáspora tiene el reto de reencontrarse, redefinirse y reconectarse con una desesperanza aprehendida, con un profundo sabor a melancolía para transformarla en una fuerza que evoque sus mejores cualidades y les oriente a construir una visión de “Venezuela Posible”.
Las perspectivas de la diáspora debe enmarcarse en su rol desde la convivencia, desde su nexo con lo que fue, su potencialidad en lo que puede incidir. Es ver la motivación valorativa que lo sitúe en entender una dimensión moral que lo vincule con esa resiliencia y se materialice en Instituciones.
¿A qué se enfrenta este nuevo proceso de cohesión social denominado “Nueva Venezolanidad”? Las personas tienen la oportunidad de buscar un espacio de reencuentro constructivo, evocando sus aspiraciones y su acervo particular como parte de un legado que fue asumido en un espacio. Una nueva Venezolanidad implica emprender nuevos caminos, ampliar nuevas capacidades y nuevos procedimientos, conectado en una atmosfera tan poderosa como compartida.
La construcción de una nueva cohesión social consiste en un proceso de sanación compartida, responsabilidades mancomunadas y propósitos concretos que brinden sentido a valores transversales como la solidaridad y la institucionalidad como garantía de un mejor mañana. Esa nueva Venezolanidad, debe decirle a la Diáspora que la Venezuela Ideal está en sus valores, su mancomunidad y fortalecimiento como grupo social. Venezuela tendrá capacidad de regenerarse de esta pesadilla, al reencontrarse a sí misma.