Blog - ECCOS e Ideas
Este espacio tiene como objeto promover contenidos, relacionados con la cohesión social, la convivencia y la paz, que generen reflexión, toma de conciencia y debate en las redes sociales desde la ciudadanía participativa.

ECCOS e IDEAS

Por Bárbara Puglisi 25 de noviembre de 2024
Cuando un hijo es víctima de violencia escolar o, por el contrario, actúa como agresor, los padres juegan un papel esencial para abordar y prevenir estos problemas desde casa. La respuesta de los padres puede marcar una gran diferencia en el bienestar y desarrollo de sus hijos, y también en la resolución efectiva de la situación dentro y fuera del entorno escolar. Si el hijo es víctima, es importante que los padres ofrezcan un espacio seguro para que pueda expresar sus sentimientos sin temor a ser juzgado. Validar sus emociones le permite sentirse apoyado y comprendido, lo cual es crucial para su recuperación emocional. Sin embargo, es fundamental evitar reacciones impulsivas y, en su lugar, seguir un proceso formal con la escuela para encontrar una solución pacífica. Además, los padres deben colaborar con la institución educativa, buscando la intervención adecuada a través de reuniones con maestros y consejeros. Esto ayuda a construir una red de apoyo y aumenta la probabilidad de una resolución exitosa del conflicto. A la par, fomentar la resiliencia y la confianza en el hijo mediante actividades extracurriculares refuerza su autoestima y le da herramientas para enfrentar la adversidad. En algunos casos, si la situación persiste o afecta profundamente al niño, considerar el apoyo de un profesional, como un psicólogo infantil, puede ser beneficioso. Cuando el hijo es el agresor, los padres deben reconocer y aceptar el comportamiento para abordarlo de manera efectiva. La negación solo retrasa una intervención útil, y es esencial dialogar con el hijo para comprender las causas de su conducta. Los niños pueden recurrir a la agresión por diferentes razones, como dificultades emocionales o problemas en el hogar, y entender estas causas permite a los padres trabajar en una solución de raíz. Implementar consecuencias claras y justas que se enfoquen en el aprendizaje y la empatía, como pedir disculpas o reparar el daño causado, ayuda al niño a asumir responsabilidad. Al mismo tiempo, fomentar la empatía y las habilidades sociales mediante la reflexión y actividades de colaboración permite al hijo desarrollar comportamientos positivos. Si la agresión persiste, los padres pueden considerar el apoyo de un profesional para ayudar al niño a gestionar sus emociones de manera adecuada. Desde una perspectiva preventiva, tanto si el hijo es víctima como si es agresor, es fundamental promover una comunicación abierta en el hogar. Crear un entorno donde los hijos puedan hablar sobre sus experiencias en la escuela puede evitar que problemas de violencia se mantengan en secreto. Educar sobre el respeto mutuo y la resolución pacífica de conflictos desde una edad temprana refuerza el aprendizaje en el hogar, y los padres pueden usar juegos de rol o actividades prácticas para ensayar respuestas pacíficas ante situaciones difíciles. También es relevante supervisar el uso de la tecnología, dado que la violencia escolar puede manifestarse virtualmente. Enseñar a los hijos sobre el respeto en redes sociales y establecer límites claros en el uso de dispositivos ayuda a prevenir el ciberacoso. Además, establecer normas de disciplina en casa con reglas coherentes y consecuencias claras fomenta el autocontrol y el respeto hacia los demás. Finalmente, los padres deben actuar como modelos a seguir, mostrando cómo manejar conflictos y tratar a los demás con empatía. La violencia escolar es un problema complejo que requiere un enfoque integral y, tanto si el hijo es víctima o agresor, el apoyo y la guía desde el hogar son claves para una intervención efectiva. Al actuar de manera reflexiva y proactiva, los padres pueden ayudar a sus hijos a superar estos desafíos, enseñándoles habilidades que les serán útiles en su vida presente y futura. Cuando los padres descubren que su hijo ha sido víctima de agresión escolar o ha actuado como agresor, se deben tomar acciones específicas para gestionar el problema de manera adecuada y constructiva. Abajo se detallan procedimientos y acciones concretas que los padres pueden seguir en cada caso. Cuando el hijo ha sido víctima de violencia escolar Crear un Espacio Seguro de Comunicación: Es fundamental que el niño se sienta cómodo para hablar sobre lo que le ha ocurrido. Los padres deben hacer preguntas abiertas y escuchar activamente, evitando interrumpir o juzgar. Pueden usar preguntas como: "¿Cómo te sentiste cuando eso ocurrió?" o "¿Qué piensas que podría ayudar en esta situación?". Documentar los Incidentes: Los padres deben registrar los detalles de cada incidente, incluyendo las fechas, los nombres de las personas involucradas y cualquier impacto visible o emocional en el niño. Esto es útil para dar contexto y evidencia a la escuela o autoridades si fuera necesario. Contactar a la Escuela: Programar una reunión con el personal educativo (maestros, orientadores y directores) para discutir el problema y conocer las medidas de seguridad que la escuela implementará para proteger al niño. Es esencial que los padres pidan un plan de acción concreto de la institución para abordar la situación y prevengan futuras agresiones. Ofrecer Apoyo Emocional y Terapéutico: La violencia escolar puede tener un impacto emocional duradero. En algunos casos, es aconsejable buscar ayuda profesional, como un terapeuta o consejero especializado en niños y adolescentes, que pueda ayudar al niño a procesar sus emociones y fortalecer su autoestima. Enseñar Habilidades de Asertividad y Autodefensa Verbal: Los padres pueden enseñar a sus hijos habilidades para responder de manera asertiva en situaciones de conflicto, como técnicas para decir "no" con firmeza o ignorar provocaciones. Esto no significa que se fomenten respuestas violentas, sino que el niño pueda proteger su dignidad y sentirse seguro. Fomentar Actividades Fuera de la Escuela: Involucrarse en actividades extracurriculares, como deportes, artes o clubes de interés, permite al niño construir relaciones positivas fuera del entorno escolar y mejorar su autoestima en un contexto seguro y de apoyo. Cuando el hijo es el agresor en casos de violencia escolar Aceptar y Abordar el Comportamiento: Aunque puede ser difícil, los padres deben reconocer la conducta del hijo sin minimizarla ni justificarla. La negación solo empeora la situación y retrasa las soluciones efectivas. Se recomienda hablar con el niño para entender qué lo llevó a actuar de esa forma, sin confrontarlo agresivamente. Establecer Consecuencias Claras y Constructivas: Implementar consecuencias específicas que hagan al niño reflexionar sobre su comportamiento. Estas pueden incluir disculparse directamente con la persona afectada o participar en actividades que fomenten la empatía, como el voluntariado. Las consecuencias deben estar orientadas a que el niño aprenda y repare el daño causado. Trabajar la Empatía y la Responsabilidad: Los padres pueden fomentar actividades o ejercicios que ayuden al niño a entender cómo se siente la persona a la que ha agredido. Algunas prácticas incluyen lecturas sobre empatía, ver videos o películas que muestran las consecuencias del acoso, y discutir juntos cómo podría haberse manejado la situación de manera diferente. Reforzar el Diálogo y la Comunicación Positiva: Hablar abiertamente sobre el respeto, el valor de la diversidad y la importancia de resolver conflictos de manera pacífica es crucial para modelar un comportamiento positivo. Los padres pueden realizar juegos de rol con el hijo para enseñarle a manejar situaciones tensas sin recurrir a la violencia. Monitorear y Supervisar las Interacciones del Hijo: Prestar atención a cómo el hijo se comunica y relaciona con sus compañeros dentro y fuera de la escuela. En casa, es importante mantener un ambiente libre de violencia, ya que el comportamiento agresivo de un niño puede ser un reflejo de las dinámicas familiares. Buscar Apoyo Profesional si es Necesario: En casos donde el comportamiento violento persiste o es grave, un psicólogo infantil o un consejero puede trabajar con el niño para gestionar sus emociones y encontrar la raíz de su agresión. El tratamiento temprano ayuda a evitar que el comportamiento empeore o se convierta en un patrón a largo plazo. Acciones Preventivas Generales para Ambos Casos: Promover la Educación Emocional y la Resolución de Conflictos: Inculcar en el hogar habilidades de comunicación y manejo emocional ayuda a los niños a expresar sus sentimientos de manera saludable. Los padres pueden realizar actividades semanales donde todos en la familia compartan cómo se sienten y escuchen activamente. Establecer Límites de Conducta Consistentes: Tener reglas claras sobre el respeto y la convivencia en el hogar fomenta que los hijos aprendan a respetar los límites de los demás. Las reglas deben ser coherentes y aplicarse de manera justa para que los hijos comprendan las consecuencias de sus acciones. Involucrarse en la Vida Escolar del Hijo: Mantenerse informado sobre el entorno escolar del hijo, sus amigos y actividades, permite a los padres detectar problemas de manera temprana. Participar en reuniones de padres, eventos escolares y mantener comunicación con los profesores es vital. Fomentar el Uso Responsable de la Tecnología: Como la violencia escolar también puede darse en línea, los padres deben educar a sus hijos sobre el respeto en redes sociales y el ciberacoso. Establecer límites en el tiempo de pantalla y supervisar las redes sociales ayuda a prevenir comportamientos agresivos y a proteger al niño de ser víctima en entornos virtuales. La violencia escolar requiere un enfoque activo y consciente por parte de los padres, ya que ellos son los principales modelos a seguir para sus hijos. Con estos pasos, se busca no solo manejar la situación, sino también inculcar valores que prevengan futuros conflictos y fomenten una convivencia respetuosa y saludable.
Actores para enfrentar la violencia escolar
Por Carlo Romero Mendoza 11 de noviembre de 2024
¿Están nuestros centros educativos, su personal administrativo y docente, así como los padres y madres, tutores y representantes legales de los niños preparados para responder ante la violencia escolar? Desde la experiencia de la Asociación Trencats contra la Violencia Escolar con las denuncias que reciben en esta materia, perciben que los centros escolares permanecen inactivos, las administraciones callan o muestran una preocupante convivencia, agresores que actúan sin consecuencia y víctimas que sufren una doble victimización: primero, a manos de sus agresores, y después, por inacción de un sistema que debería protegerlas. En el marco del Día Internacional contra la Violencia Escolar que se celebra cada primer jueves de noviembre, la Asociación Trencats, elevó su voz de reclamo porque ante las denuncias que se hacen, los afectados son referidos a un inspector de educación, quienes, afirman la Asociación, carecen de herramientas efectivas para expedientar a docentes que, de manera consciente y reiterada, incumplen sus funciones en cuanto a la protección y supervisión de los niños. La Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, en su artículo 153.e, nos recuerda la mencionada Asociación, reconociendo a los inspectores de educación como agentes para cumplir la función de inspección educativa, les faculta para levantar informes y hacer requerimientos a las autoridades escolares ante incumplimientos a la aplicación de las normativas en los centros educativos, y precisamente, la existencia del protocolos para atender los casos de violencia escolar, es parte de ese conjunto de normas que deben existir en los centros escolares, ello por mandato de la misma Ley de Educación. Sobre el inspección educativa, el artículo 151 de la Ley Orgánica de Educación, permite identificar algunas funciones que considero representan un marco institucional útil para vincular la labor del inspector de educación con la prevención y respuesta frente a la violencia escolar; por supuesto, es necesario profundizar en esa materia porque sin duda en la práctica de esa función de inspección habrán elementos que permitirán reafirmar, revisar o incluso, desechar el papel de los inspectores en esta materia; lo que no quiere decir, que se excluya, al menos para el debate, otra figura que institucionalmente han creado para abordar en gran medida la previsión de la violencia en los centros escolares, me refiero al Coordinador de Bienestar y Prevención que debe existir en cada centro escolar. Sobre la función de inspección educativa, como ya lo mencioné, identifico en las siguientes atribuciones, el marco para el debate sobre el papel del Inspector de Educación en materia de violencia escolar, ellas son: 1.-​ La inspección educativa supone la supervisión de la práctica docente, de la función directiva y la colaboración en su mejora continua. Ese mandato de Ley les permite a los inspectores de educación, observar y conocer sobre las acciones y medidas que se toman en el colegio para que la prevención sea una linea de trabajo para enfrentar la violencia escolar, tanto en la dinámica diaria como en la pedagógica al recomendar el uso de la tecnología, procurando así, colaborar con hacer de los centros escolares un espacio seguro para todos los niños. 2.- ​La supervisión, evaluación y control, debe enfocarse según se interpreta de la Ley sobre lo pedagógico y organizativo del centro educativo, así como también, sobre los proyectos y programas que desarrollen, lo que no excluye el tema violencia escolar, menos aún, si la prevención y la respuesta ante los posibles hechos de violencia escolar están incorporados en sus programas, proyectos y normas para la convivencia escolar. 3.- ​La inspección educativa, entre sus funciones, está la de velar por el cumplimiento en los centros educativos, de las leyes, reglamentos y demás normas vigentes, en ese sentido, allí está contenido sin duda alguna, la referencia directa y los elementos para justificar cuándo se levanta un informe o se hacen requerimientos y particularmente en la permanente tarea de prevenir la violencia escolar. Por su parte, como ya lo mencioné, hay otra figura que se ha creado en la Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia y a la que hace referencia la Ley Orgánica de Educación, que es el Coordinador de Bienestar y Prevención, que según la mencionada Ley Orgánica 8/2021, en su artículo 35, podría ser ejercida por un personal que ya esté activo en el centro educativo o uno nuevo. La Ley Orgánica 8/2021 mencionada, define una serie de atribuciones mínimas que debe cumplir ese coordinador y que lo presentan como el responsable de la labor de sensibilización permanente en el centro escolar sobre la necesidad de preservar la convivencia pacífica y prevenir la violencia escolar. En octubre 2024, expertos educativos y sindicatos de docentes piden redefinir la figura del coordinador de bienestar, porque no avanza su implantación con resultados positivos, es una figura que está estancada por falta de recursos y de perfiles más especializados; además, en su implementación, cada Comunidad Autónoma la ha regulado de forma distinta, en unas se asumió con carga de horarios en otras no. Hay un tema importante para el debate que es el papel del Coordinador de Bienestar y también del Inspector de Educación, pues uno u otro o ambos, podrían ser una pieza clave en un modelo de prevención y protección mas efectivo desde el Centro Escolar para enfrentar la violencia escolar. Pero más allá de definir una persona con la responsabilidad de sensibilizar, formar, supervisar y/o coordinar, se hace necesario la existencia y el conocimiento de los protocolos para responder a los posibles problemas de violencia escolar en el centro escolar. Según la Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia, el protocolo, su ejecución y seguimiento es responsabilidad de las Administraciones educativas, pero exige que los mismos sean informados a la comunidad educativa por directores o titulares de centros educativos. ¿Conocemos los padres y madres la existencia de esos protocolos para enfrentar la violencia escolar en los centros educativos a donde asisten nuestros hijos?. ¿Existe este año el Coordinador de Bienestar a que hace referencia la Ley?. ¿Se ha abordado el tema en el centro educativo de nuestros hijos? Son preguntas claves que nos lleva a autoevaluarnos como padres, en cuanto a nuestra responsabilidad por informarnos sobre el tema, pues ignorarlo o ser indiferente al mismo, no reduce el riesgo existente, más aún, cuando las redes sociales se convierten en herramientas útiles para potenciar la violencia escolar, extendiendo su impacto más allá de las paredes del centro educativo. Alejandro Castro Santander, director del Observatorio de la Convivencia Escolar de la Universidad Católica de Cuyo, Argentina, coincide con la ONG española, EDUCO al afirmar que el “acoso escolar no está encerrado en las paredes del aula o los patios de las escuelas, trasciende el ámbito estrictamente escolar y se ramifica en la vida social de los chicos, sus familias y sus entornos.” Y en tal sentido distingue el bullying tradicional como aquel que ocurre en entornos físicos específicos y generalmente se limita al horario escolar y el ciberbullying como aquél que no tiene barreras de tiempo ni de espacio y ocurre en cualquier momento a través de las redes sociales. Nos enfrentamos a un problema complejo, que debe involucrarnos a todos aquellos que estamos vinculados a un centro escolar, su denuncia no es fácil, como nos dice la Directora de la ONG EDUCO, quien además advierte que la violencia escolar “a veces está tan normalizada que niños y niñas no la identifica como tal”, para mayo 2022 una encuesta realizada por esta ONG registró que en un universo de más de 1000 adolescentes el 29,5% afirmaron que habían sufrido de bullying u otro tipo de violencia escolar, ello incluye todo tipo de acción, omisión o trato negligente, sea entre pares o con personas adultas, frente a un 59,1% que respondió negativamente y un 11,4% no contestó o dijo no saber. ¿Están nuestros centros escolares y nosotros los padres y madres, preparados para enfrentar la violencia escolar?.
Por Bárbara Puglisis 4 de noviembre de 2024
La violencia escolar es un problema que trasciende los límites de las aulas y que, con el crecimiento de la tecnología y el uso extendido de dispositivos móviles a temprana edad, ha encontrado en el entorno digital un espacio donde se potencia. En este contexto, la Carta de Derechos Digitales de España surge como una iniciativa valiosa para establecer una base de protección en el entorno virtual, especialmente para los menores. Sin embargo, para que esta carta realmente funcione, se deben abordar varios factores que inciden en el problema, tales como la falta de control parental, la escasa comunicación entre la escuela y la familia, y el uso de móviles a edades tempranas. El uso de móviles a temprana edad y su impacto en la violencia escolar La introducción de dispositivos móviles a temprana edad representa un cambio profundo en la experiencia de los niños, quienes están en constante contacto con el entorno digital sin contar aún con las herramientas emocionales y sociales necesarias para protegerse. Según estudios recientes, el 30% de los niños en España ya tienen acceso a dispositivos móviles antes de los 10 años. Este acceso temprano a la tecnología expone a los menores a riesgos como el ciberacoso y otros tipos de violencia escolar digital, ampliando el impacto que estas experiencias tienen en su desarrollo emocional y social. A una edad en la que el control emocional y el sentido de responsabilidad están en pleno desarrollo, el uso de dispositivos móviles permite que las interacciones sociales y conflictos se prolonguen más allá del horario escolar. La mayoría de los casos de ciberacoso comienzan en entornos escolares, y el acceso a los móviles permite que estos conflictos se amplifiquen y escapen del control tanto de padres como de educadores, haciendo que el acoso persista sin descanso en las vidas de los niños y adolescentes. Control parental: Un desafío en la era digital El papel de los padres en la supervisión del uso de tecnología y redes sociales por parte de sus hijos es fundamental para prevenir situaciones de violencia escolar en el ámbito digital. No obstante, la realidad es que muchos padres no poseen el conocimiento adecuado o las herramientas necesarias para controlar y gestionar el tiempo que sus hijos pasan en línea o el tipo de contenido al que están expuestos. Esta brecha de conocimientos deja a los menores expuestos a contenidos inapropiados y comportamientos nocivos, y, en muchos casos, los padres no detectan el problema hasta que ya ha causado daños en la salud mental y emocional de los menores. Además, existe una falsa creencia de que los jóvenes son "nativos digitales" y que, por ende, pueden manejar con facilidad el entorno virtual. Sin embargo, aunque los adolescentes se desenvuelvan con soltura en las redes, esto no significa que comprendan los riesgos o que tengan la madurez para gestionar situaciones conflictivas. Es crucial que la Carta de Derechos Digitales considere programas de formación tanto para los menores como para sus padres, con el fin de que ambos comprendan cómo hacer un uso responsable y seguro de la tecnología. La Falta de comunicación entre la escuela y la familia La comunicación entre la escuela y la familia es otro aspecto esencial en la prevención de la violencia escolar, tanto en el entorno físico como en el digital. Cuando las instituciones educativas y los padres no mantienen una relación constante y transparente, es mucho más difícil identificar y actuar frente a situaciones de acoso. En muchos casos, los padres no están al tanto de los conflictos que sus hijos enfrentan en el entorno escolar, y, al no haber una comunicación fluida, los problemas suelen agravarse. La creación de canales de comunicación efectivos permitiría que los padres y los educadores trabajen en conjunto para identificar y resolver estos problemas antes de que escalen. Una solución sería que la Carta de Derechos Digitales establezca pautas para la creación de protocolos de comunicación entre escuelas y familias, de manera que las instituciones educativas puedan informar a los padres sobre el uso de tecnología y la salud digital de sus hijos. Esto no solo ayuda a los padres a monitorear el bienestar de sus hijos, sino que también facilita la implementación de acciones conjuntas para frenar el ciberacoso y otros tipos de violencia. Educación digital y la responsabilidad de la sociedad La educación digital es fundamental para combatir la violencia escolar en el ámbito virtual. Los niños y adolescentes deben recibir formación sobre cómo navegar de manera segura en el entorno digital, incluyendo el respeto hacia los demás, la protección de su privacidad y la identificación de comportamientos inadecuados. De igual manera, los padres y educadores también necesitan capacitación continua para mantenerse informados sobre las amenazas y tendencias actuales en el ciberespacio, de modo que puedan intervenir de manera adecuada. La Carta de Derechos Digitales debería incluir una propuesta de educación digital obligatoria en las escuelas, donde tanto los estudiantes como los padres puedan aprender sobre seguridad en línea, ciberacoso y el uso ético de la tecnología. Esta educación no debe ser algo aislado; debe integrarse en el currículo educativo y adaptarse a cada etapa de desarrollo del estudiante, enfatizando el respeto mutuo, la empatía y la protección de los derechos individuales. Propuesta: Un plan nacional de protección digital para menores Para que la Carta de Derechos Digitales sea verdaderamente eficaz, propongo la creación de un Plan Nacional de Protección Digital para Menores. Este plan debería incluir: 1. Educación digital obligatoria para estudiantes, padres y docentes, con el fin de desarrollar habilidades en el uso seguro de la tecnología. 2. Protocolos de comunicación entre escuelas y familias para alertar y gestionar problemas de ciberacoso y otros tipos de violencia. 3. Campañas de sensibilización que promuevan el control responsable del uso de dispositivos móviles y que informen sobre los efectos negativos del ciberacoso en la salud mental. 4. Responsabilidad de empresas tecnológicas para que implementen herramientas de control de contenido para menores y alertas de ciberacoso. 5. Un Observatorio de Protección Digital para Menores que supervise el impacto de la Carta de Derechos Digitales y proponga ajustes según la evolución de las problemáticas digitales. La violencia escolar en el entorno digital es una problemática compleja que requiere la colaboración de todos los actores sociales para garantizar la seguridad y el bienestar de nuestros menores. La Carta de Derechos Digitales es un paso importante, pero necesita complementarse con acciones más concretas y un enfoque integral que abarque educación, regulación y un esfuerzo conjunto entre la familia, la escuela y las empresas tecnológicas. El uso de dispositivos a temprana edad, la falta de control parental y la escasa comunicación entre el hogar y la escuela son factores que potencian la violencia en el ámbito digital. Solo a través de la implementación de un Plan Nacional de Protección Digital para Menores y una verdadera colaboración social, podremos construir un entorno digital seguro y protector para las generaciones futuras.
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